Manos frias de lluvia

El viento sopla desde el norte, la verdad no estoy seguro ya que se arremolina en todas direcciones, las nubes negras anuncian el aguacero, pronto la lluvia caerá sobre nosotros, y nos cubrirá por completo, el olor a humedad ya lo llena todo, esa humedad agradable que precede al temporal.

Te miro a los ojos y tomo tus manos, entre las mías las cubro, las envuelvo, les doy mi calor. Las palmas desnudas se entretejen en una danza de hilos que se cruzan para intercambiar su mensaje, un mensaje que solo tú y yo comprendemos, están frías pero no me importa, me acerco despacio y te digo al oído que no te preocupes, que el frío pasará, que ya estoy aquí para darte mi calor.

Cierras tus ojos, te dejas llevar por mis dedos apretados alrededor de los tuyos, una gota solitaria roza tu frente, y se desliza por tu mejilla, donde la contengo con mis labios abiertos, y te beso con la ternura robada desde tus ojos cerrados. Esa gota solo fue el inicio que anuncia el diluvio, empieza a caer suavemente al principio, y más fuerte más tarde, nos empapa de a poco con cada gota caída.

Te abrazo muy fuerte, intento cubrirte, protegerte de algún modo de la lluvia implacable, pero ésta se cuela por todas partes. Te cojo la mano y corremos buscando refugio, la calle solitaria no entrega protección, seguimos corriendo sobre el pavimento mojado, solo nos acompaña el sonido de los pasos, nuestros pasos por la calle sola, el sonido de los pasos y el latir del corazón que se entrega a la locura de recorrer el camino.

El agua ya nos ha cubierto por completo, la humedad ya se palpa a través de la ropa, me preocupo, pero a ti no te importa, no te importa el frío del invierno, ni el agua que cae a raudales, solo te importa mi mano, aferrada con fuerza a la tuya, esa mano que poco a poco pierde su frío y se vuelve cálida a través de la mía.


Puedo ver al final de la calle, una puerta entreabierta, una luz tenue que se cuela por el ventanal iluminado, y muestra refugio, lejos de la lluvia, lejos del frío. Cambiamos el rumbo de nuestra carrera, raudos hacia el café de la esquina, la puerta entreabierta nos invita a pasar. Con mi mano libre te abro la puerta, ya estas lejos de la lluvia incesante, ya estas lejos de la calle mojada, te sigo despacio sin soltarte la mano, no quiero perderte en entre todas las mesas, entre la gente que habla con sonidos distantes, susurrando mentiras o verdades a medias.

Te suelto, tan solo para sujetar tu abrigo, lo cuelgo a un costado y me siento contigo, los cafés humeantes no tardan en llegar y los bebo despacio sujetando tu mano, tan suave, tan fina, tan distinta a la mía. Ya no está fría, tiene el calor de tus ojos, ya no esta fría tiene el calor de tu alma, y ésta me envuelve y me dejo envolver, porque solo sé lo que siento, tus manos frías han perdido su peso, tus manos tan frías han perdido su hielo, el que espero no vuelva mientras tome tu mano, el que espero no vuelva mientras miro tus ojos.

Relato Original: JSTM