Aroma a Café

El aroma del café, me transporta, me eleva, esa fragancia rica en cuerpo y textura me hace viajar, me aleja del ser físico y se contacta con mis pensamientos más íntimos. Al mismo tiempo me embriaga y me distrae de lo que hago, me concentra en las cosas que importan en esas que ocupan mi mente, que son el trasfondo de todo cuanto hago, de todo cuanto pienso y siento.

El vapor se levanta desde mi taza, y me envuelve el rostro dibujando sus curvas y contornos, bailando a través de las facciones que el tiempo a trazado, que la vida me ha dado. Facciones llenas de alegrías y también tristezas, llenas de la vida y sus vueltas. Líneas que expresan la poca experiencia ganada, y lo mucho que aun falta por ganar. Son como las heridas en las rodillas de un niño que aprende a andar, son la marca visible de las caídas y las vueltas a levantar.

Miro através de la vidriera frente a mí, veo a la ciudad sumirse en el caos del movimiento, la entropía de la supervivencia. Aprieto el libro en mis manos, como un vacío esfuerzo de liberarme de ella. Quito la vista con rapidez, vuelo a las líneas en mi libro, no son mas que una excusa para huir de lo que me rodea, las leo y repaso, la misma línea una y otra vez como un bucle interminable del que no se escapa, mi mente no asimila las palabras, esta vagando en otro lado, esta esperando ansiosa. Espera algo al otro lado del vidrio, más allá del escaparate, aun más allá de la calle de enfrente.

Vuelvo a levantar la vista, lentamente poso la mirada en mi reflejo difuso, entremezclado por la luz tenue y la transparencia del ventanal, este se pierde cuando busco más allá del cristal. La vista se me nubla por el vapor del café, vuelvo a sentir su fragancia, lo que me recuerda su presencia, lo tomo lentamente y lo levanto hasta mi boca, siento su calor, pero lo hago con timidez, con la suavidad de un beso en una mañana de otoño, o el roce de una caricia de una mujer.

Mi lengua hace contacto con el brebaje, dejo que lo dulce y amargo me digan que hacer, me guíen al siguiente paso, poco a poco su sabor ahoga el cansancio y alivia la espera.

Cubro la taza con ambas manos, como un chiquillo en pleno invierno, disfruto de otro trago más fuerte y decidido, vuelvo a mirar afuera más allá de la calle, a aquella esquina que me dirá que estoy bien, que no espero en vano.

Una silueta en esa esquina, lentamente se transforma en conocida, familiar son sus formas y modos, y aun mas familiar es mi alegría, tomo los últimos sorbos de café, cierro lentamente mi libro, aquel que apenas pude leer, y que la verdad no me importa, llamo al camarero y pido otro mas, al tiempo que me adelanto a la puerta. Desde el otro lado del cristal, su rostro me saluda alegremente, su sonrisa brillante me conforta, al cruzar el umbral la cojo del brazo y le beso en los labios, comparto sutilmente con ella, parte de esa bebida embriagante, la llevo a mi mesa con la alegría de un niño, soy feliz, por un instante, me olvido del mundo, del caos del movimiento, de la entropía de la supervivencia, me olvido del vidrio y mi reflejo, del café y su aroma.

Relato Original: JSTM